
Hay un gran mito alrededor de la soltería; incluso he visto últimamente películas donde se muestra que al parecer todas las mujeres en soledad lloran en la ducha, lloran en el sofa, combaten tristezas con vino e incluso sonríen a medias y en la intimidad están infinitamente tristes y solas, pues no, todas las mujeres en colectivo lloramos, hasta en convivencia solemos vivir episodios de soledad, de tristeza, de falta de sentido y de rumbo; hasta en pareja nuestras emociones se ponen volatiles.
Quién dijo que la vida de convivencia es perfecta, cual es el afán de vendernos una felicidad utópico y pendeja, convivir con otro es más difícil que la soltería, llevo 10 años de no convivencia con una pareja formal; de esos años todos han sido plenos, relaciones esporádicas o digamos de amistades que dan lo que muchas veces da más plenitud que una convivencia viciada o no acorde a nosotros.
Qué buscamos en la informalidad? Buscamos buen trato, atención, afectos, buen sexo, detalles, que ese otro se desviva por vernos o tenernos cerca; aún eso no implique convivencia. Aún eso sea momentáneo.
Prefiero un amante esporádico que un esposo que me quite la paz o me joda la vida. Tengo amigas que insisten en tener un marido y siempre me rio porque a veces en esa búsqueda se no olvida que los principes azules no existen. He sido esposa, amante, la de turno, y el título que le de la gana a usted, me conozco todos los roles.
De hecho vuelvo a mi idea del concepto amante, todos deberíamos tener un amante, no un esposo; me explico mejor, desde que eres la esposa la atención cambia, lo exquisito del trato desaparece, la tapa del inodoro no la bajan, la ensucian, se tiran pedos, gases, quien coño dijo que la historia es diferente. Incluso llega una exigencia sutil de un otro que cree que por su presencia te tienes que calar sus mañas con un nivel Dios de tolerancia.
Incluso hay quienes no respetan tu orden o tu espacio, convivir es más difícil que enseñarle a un perro con lenguaje de señas, que no debe mearse dentro de la casa.
Quién dijo que todas las noches son de pasión a veces lo vemos dormir y decimos quién carajos es este; cuando demonios elegí ser la esposa. Peor aun hay días que quisieras que te trague la tierra antes que verle la cara al amanecer.
Ni hablar de la tortura de quienes duermen una semana juntos y no se rozan ni los pies.
Cuando estamos en conquista nos vendemos de manera maravillosa, somos nuestra mejor versión, intentamos día a día que ese otro nos adore. Pero cuando ya cayó, cuando se es novio o se es esposo, o se convive, se comienza a dejar ver la realidad de quienes somos, sacamos los trapitos al sol, como decía mi abuelo, como el Framboyán después de todas las flores, vienen todas las vainas.
Viene nuestra intolerancia en respetar al otro, vienen los tonos de hablar sin filtros, sin esa diplomacia mágica de quién no quiere perder el encanto, que bien sabemos conservar los primeros días.
Por eso insisto en el término amante, quitándole la connotación moral, si no le gusta mi comparación cambie de blog. Así son los amantes, gente que en su honestidad consigo mismo eligen querer a quien quieren por encima de quien esta, deshonesto para la sociedad pero sensato en lo racional. Una de las relaciones más honestas con uno mismo es elegir a conciencia y ser quien eres en busca de tu propio ser; para contiendas morales vaya a la iglesia.
Siempre veo que nos escúdamos en el carácter, en la forma de la personalidad pero sabe usted que cuando usted esta en conquista tiene dominio propio de toda su mierda interna, pues de la misma manera la gente inteligente emocionalmente cuida los vínculos por conciencia o por conveniencia.
Siempre las relaciones se van deteriorando pues cada gesto, cada palabra y cada acción trae consecuencias, si vamos por la vida sin pensar lo que decimos acabamos dañando todo. Yo no conozco hombre infiel que tenga las dos mujeres contentas, normalmente le va muy en la cama con la primera, entonces donde esta el sentido de usted ser encantador en la calle y un acéfalo con su pareja. Eso es como tener dos cojones y que solo le sirva uno.
Me he pasado la vida analizando mi carácter, observando los errores, volviéndome más sabia, y observando más. Pero cuánto cuesta ser buena gente, amable y amoroso con la gente que vive contigo. Solemos ser mágicos en la calle, decentes, incluso usamos palabras amorosas para los desconocidos, esos que no necesitan nuestra mejor versión y a veces en casa somos unos pendejos groseros, nos falta la empatía, somos unos desatentos, actuamos como la expresión grosera de mi país, que la dire en mejores términos, “como el que defeca y no lo siente”. Incluso hablo de hijos o de padres.
Nadie se levanta un dia y llega al trabajo hablarle mal al jefe o a los compañeros de trabajo, o a ser desagradable, y muchos menos a herir los sentimientos de la gente, es más importante la gente de tu trabajo que la gente que te ama? Quién vive contigo? Sin dudas que no, pero usualmente se nos olvida ser persona amables y empaticas con quienes vivimos o amamos; somos oscuridad en la cercanía y luz en las distancias o con los desconocidos.
Cuando no eres coherente con esa imagen de la gente que te ama y que tu amas, con los más cercano, no es bueno, no es sano, revísate tu, pues tal vez le toca un retoque a esa personalidad que has forjado por décadas.
A mi que me quieran bonito, que no me manden poesías ni canciones, que no me regalen flores, ni chocolates, que me cuiden el alma, que me acaricien los sentidos, que siempre, siempre, me hagan sentir la mujer que soy, porque si no hay buen trato ningún regalo llena el alma, ninguna flor saca sonrisas genuinas, y hasta el chocolate ayudara al cortisol para ganar kilos, a mi que me quieran bonito, porque para quererme mal tengo la agenda llena y la vida entera. Yo no quiero un marido a mi que me dejen de amante…